Dragon BollZota

Iba a poner una reseña de Dragon Ball: Evolution, pero es innecesaria. Lo que ven es lo que hay. Lo que se imaginan es lo que verán. Es una película mediocre y me decepcionó. No esperaba la gran cosa, pero tampoco algo tan gris. Esperaba desmadre, al menos. Tiene dos chistes buenos que me hicieron reír de verdad, pero nada más. Emmy Rossum es mi amor platónico desde The Day After Tomorrow, así que me eché mi taco de ojo; y las chichis de Chi-Chi están grandes. Gokú tiene cara de pendejo. Pícolo no representa ninguna amenaza para nada ni para nadie. Los monstruos que salen no tienen forma. El maestro Roshi participa en un chiste de pésimo gusto. Yamcha da la impresión de que le apestan las patas bien cabrón. Hay torneo de artes marciales, pero no por más de 15 segundos. No hay nube voladora. Las bolas de dragón nunca son importantes. Nunca supe el verdadero plan de Pícolo. Gokú tiene cara de pendejo; sí, ya lo había dicho, pero no dije que parece que va a ir a donar semen y se está guardando el chisguete en los cachetes, como castor. No sale Krilin, pero eso ya lo sabían. El báculo sagrado no se hace grande, aunque no hacía falta, la verdad. No importa que no se pareciera a la historieta o a la caricatura; sólo quería ver algo divertido y esto no lo fue. Lo raro es que tampoco me aburrí. Los efectos especiales están bien culeros, pero los de Shoot’Em Up también y es una película divertida. El libreto y los diálogos no están culeros, pero están grises y nada arriesgados. Parece una obra de teatro de preparatoria. Y Gokú tiene cara de pendejo.

Vayan, ándenle, para que se les quite la curiosidad, como a mí.

Y después recuerden cuando les emocionaba Dragon Ball. Este episodio y esta escena en particular, me pusieron el cuero chinito, hace quince años, cuando lo vi a la hora de la comida, después de volver de la escuela.