Ya soy viejo.

Me he dado cuenta que últimamente soy menos maleable para aceptar los cambios, y, según su servidor, esa característica es de las principales que demuestran que ya no eres joven, por no decir que estás más allá que acá. Vamos, entre más grande es una persona, cada vez menos acepta cambios en la rutina diaria y en la forma de pensar. Sino observen a sus abuelos, o a sus padres. Llevan haciendo lo mismos gestos y acciones durante años, y no piensan cambiarlo. Como consecuencia de esta intransigencia (por llamarlo de alguna forma) aparecen poco a poco las pequeñas obsesiones, como tomar café siempre en la misma taza, utilizar pantuflas todo el tiempo para no tocar el piso con los pies, bañarse únicamente en las mañanas, por decir algo.

Y yo, estoy lleno de esas pequeñas obsesiones. Por ejemplo: no puedo dormir si no hago antes la cama; tengo una rutina para bañarme: me lavo las manos al entrar a la regadera, después de lavarme el cabello, antes de lavarme el cuerpo (que por cierto lo hago dos veces) y al terminar el baño; todos los días tomo un vaso de agua al despertar; cuelgo mi ropa en cuanto me la quito; no puedo ver un calendario con el día mal; tengo todos mis libros en orden alfabético y por género; me desespera ver un cuadro chueco, etcétera, etcétera, etcétera.

Neta que no puedo evitar hacer todo eso. Lo hago en automático, y si alguien me persuade para no hacerlo me da ansia. Y lo peor de todo es que cada vez adopto una más de estas pequeñas obsesiones. Chale, si así estoy ahora, no me quiero imaginar a los 80.